Sobre la gestión musical de la angustia

Presentación

A propósito de una anécdota que no habré de contar, esta breve entrada presenta algunos apuntes y comentarios propios en torno al artículo de Philip Tagg titulado ¿Para qué sirve un “musema”? Antidepresivos y la gestión musical de la angustia, cuyo texto formó parte de una conferencia que dio en la IASPM LA de 2004 en Río de Janeiro.

Philip Tagg es un musicólogo británico graduado de la Universidad de Cambridge que también estudió Educación en la Universidad de Manchester. Aunque actualmente está retirado, es profesor visitante de música en la Leeds Beckett University de la Universidad de Salford. Es reconocido por su célebre tesis Kojak: 50 Seconds of Television Music. Asimismo, fue cofundador de la International Association for the Study of Popular Music (IASPM).¹

Philip Tagg en el Cerro San Cristóbal (Santiago de Chile, 2013).

Angustia, música, “musema”

Tagg da inicio a su conferencia mencionando varios antidepresivos y cómo las empresas que los producen incrementaron sus ganancias. Podríamos pensar, ¿qué tiene que ver esta información con la musicología? Lo que Tagg (2004a) sugiere es que como hay una conexión entre patrones de subjetividad cambiantes y el aumento de la desigualdad (económica), el estudio de la música popular podría ayudar a entender sus causas, pues tanto los antidepresivos como la música están vinculados a los sentimientos y al acto social de comunicar los mismos bajo ciertas circunstancias políticas.

Para Philip Tagg hay estructuras musicales asociadas con sentimientos “negativos” que pueden informar sobre los cambios radicales en los patrones de subjetividad. Él se basa en «procedimientos intertextuales o intersubjetivos» abordando «problemas estructurales, teóricos e ideológicos de semiosis musical» (2004b), especialmente en torno a aquel campo semántico al que decide llamar “angustia”.

En su trabajo de campo, a los entrevistados se les reprodujo diferentes ejemplos de acordes menores con novena añadida y de acordes semidisminuidos, y si bien en sus respuestas hicieron uso de términos que connotan formas de afectación o, si queremos, “emociones” que podríamos pensar similares entre sí y de carácter “negativo”, es Tagg quien decide en última instancia asignarlas a la “angustia”. No obstante, según el autor se hallaron correspondencias entre estructuras tonales y fenómenos extramusicales en el contexto de la tradición musical occidental.

De este modo, el “análisis musemático” —el cual centra primero la atención sobre el detalle estructural propiamente musical y luego sobre la relación de dicho detalle con la vida “fuera de la música”— permitiría ayudar a comprender las causas de los patrones de subjetividad cambiantes y el aumento de la desigualdad. Sin embargo, nos encontramos frente al problema de que, aunque “musema” pueda entenderse como una unidad sonora que permite cristalizar significado, todavía, o al menos para 2004, no podemos definirlo de forma clara; pues podríamos atribuir a dos musemas que son, por ejemplo, tonal y armónicamente idénticos, significados diferentes dependiendo de la situación extramusical o de otros parámetros que los diferencien (como el timbre o la dinámica).

Hacer frente

Tagg identifica al momento actual como uno de gestión sobre la “angustia”. La autolesión muchas veces se torna la única salida en un sistema que no ofrece canales legítimos para liberar el sentimiento de la angustia: si la frustración, si la impotencia por no poder cambiar las circunstancias sociales produce autocensura y alienación, si la música es también una forma de gestión sobre la angustia, entonces es preciso, al igual que otras disciplinas, abordarlas también desde un punto de vista musicológico.

Es verdad que el método propuesto por Tagg es bastante cuestionado, pero hay algo en lo que estoy personalmente de acuerdo: en su énfasis en comprender las causas de la situación de angustia —o la problemática social identificada— para proponer estrategias que le hagan frente.

Emma Goldman, retrato de medio cuerpo, lado izquierdo. Por T. Kajiwara, 15 de julio, 1911. Library of Congress.

Emma Goldman en su ensayo Las cárceles: crimen y fracaso social afirma alrededor de cien años atrás que, pese a la buena intención de los centros de rehabilitación como reforma frente a las prisiones, si las condiciones sociales —y más que sólo sociales— que sirven de tierra de cultivo para el crimen se mantienen, entonces los resultados serán insatisfactorios: «seguimos enviando a muchos seres humanos al peor de los infiernos, donde son ultrajados, torturados y degradados, a fin de que la sociedad esté “protegida” de los fantasmas que ella misma ha creado» (Goldman, 2021, p. 113). Para Tagg (2004b) «Comprender la expresión (o no-expresión) de [la] angustia como una categoría musical puede ser un paso importante para desarrollar estrategias que combatan la alienación e impotencia sentidas por tantos miembros de nuestra sociedad».

Notas

¹ Para más información, visitar: https://tagg.org/index.html

Referencias

Goldman, Emma. (2021). “Las cárceles: crimen y fracaso social”. En El anarquismo y otros ensayos. Alianza Editorial, pp. 111-130.

Tagg, Philip. (2004a). Anti-depressants and musical anguish management. Keynote presentation. IASPM Latin America conference, Rio de Janeiro, junio de 2004.

Tagg, Philip. (2004b). ¿Para qué sirve un musema? Antidepresivos y la gestión musical de la angustia. Universidad de Montreal. V Congreso de la IASPM-LA, Rio de Janeiro, junio de 2004 (traducción preliminar de Antonio Moreno).

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