El madrigal italiano: la música experimental del siglo XVI

Los orígenes del Renacimiento

En el siglo XV, desde China llega a Europa una tecnología desconocida para los occidentales, esta consistía en piezas móviles llamadas “tipo” mediante las cuales se podía grabar con tinta una imagen o un carácter sobre una superficie: la imprenta, tecnología perfeccionada por Johann Gutenberg hacia 1450. Es sabido que, en tiempos anteriores a la imprenta, el costo de realización de un libro era excesivamente alto, además de tratarse de un arte laborioso y tardado. Esta tecnología permitió el abaratamiento del costo de producción, así como brindó practicidad en favor de la producción y edición de libros. Fue empleada por primera vez en música en la década de 1470 para libros litúrgicos con notación de canto, y fue en 1501 cuando Ottaviano Petrucci publicó en Venecia el Harmonice musices odhecaton A, la primera colección de música polifónica a partir de tipos móviles.

Esta “nueva tecnología” permitió el surgimiento del primer mercado de música de la historia. El crecimiento de la literatura musical y la mayor accesibilidad a música escrita, resultado del este primer mercado de música, no sólo fomenta la demanda de más música impresa, sino que favorece la emergencia de ciertos géneros musicales, en especial los géneros de música instrumental, así como también favoreció la emergencia de músicos amateurs, para quienes la música era, principalmente, un pasatiempo. Es verdad que, como en el presente, la música ya era un pasatiempo desde épocas anteriores al de la imprenta de notación musical, pero la novedad se encuentra justamente allí, en la tímida “democratización” de lectura de notación musical, y en la demanda de obras escritas en idiomas del pueblo, es decir, italiano, español, inglés, francés, y ya no en latín. Asimismo, permitió la conservación de estas músicas hasta nuestros tiempos, sumado a que algún estilo nacional o, para precisar, regional —pues las naciones como las concebimos hoy en día no existían aún—, pudo atravesar fronteras.

El madrigal italiano

Uno de los más importantes géneros de música secular aristocrática, responsable de hacer de Italia la región líder en cuanto a innovación musical, fue el madrigal. En música, el término “madrigal” se emplea aproximadamente desde 1520, consistía en la musicalización de diversos tipos de poesía de alta literatura italiana. Habitualmente se elegían poemas pastorales, amorosos o eróticos. Los madrigales no repiten sujetos, ni se componen con base en formas fijas (formes fixes): a cada línea de poesía le corresponde un propio pensamiento musical. Además, se puede afirmar que se trata de un género de música experimental: dependiendo del texto poético elegido los compositores de madrigales podían emplear gran variedad de texturas homofónicas y contrapuntísticas, o hacer uso de overlapping, es decir, de superposición sobre las cadencias. Generalmente tendían a la igualdad de las voces. Aunque los primeros madrigales estaban compuestos para cuatro voces, a mitad del siglo XVI cinco voces se volvieron la regla, e incluso, si el compositor lo consideraba necesario, podía agregar más voces.

Figura 1. Concierto vocal, escuela italiana, siglo XVI (Museo de artes decorativas, Hotel Lallemant, Bourges).

Lo de primordial importancia se encontraba en la sutil expresión del texto. Hombres y mujeres interpretaban madrigales colectivamente, pues estos acompañaban reuniones sociales, por ejemplo, se cantaban después de una comida o como parte de un encuentro entre intelectuales. Idealmente se trata de música vocal de cámara —música para salones aristocráticos—, cada parte compuesta para un solista: así lo podemos observar en la pintura anónima de la Escuela Italiana llamada Concierto vocal (figura 1), en la que un hombre y tres mujeres están cantando una obra, cada uno leyendo su parte respectiva. No obstante, no era extraño que instrumentos dupliquen alguna de las voces: este es el caso de la pintura de Caravaggio titulada Joven tocando el laúd (figura 2), en la que con el laúd el joven estaría improvisando sobre la línea de bajo mientras que él canta. Como curiosidad, se encuentra tocando un madrigal de Jacques Arcadelt, compositor que retomaremos pronto.

Figura 2. Joven tocando el laúd, Michelangelo Merisi da Caravaggio, 1595 (Museo del Hermitage, San Petersburgo).

El madrigal renacentista puede dividirse en tres etapas: una primera etapa que inicia aproximadamente en 1520 y culmina hacia 1540 a 1550; una segunda etapa que abarca mediados de siglo; y una tercera etapa que inicia hacia 1570 a 1580 y culmina con el Barroco temprano en la primera década del siglo XVII.

El madrigal temprano

Uno de los primeros madrigalistas fue Philippe Verdelot, compositor francés activo en Roma y Florencia, ciudades donde nacieron los madrigales. Sus madrigales a cuatro voces suelen ser homofónicos, con cadencias que marcan el final de una frase; mientras que los que son a cinco o seis voces son más similares a un motete de la época, con imitaciones frecuentes y cadencias superpuestas. Un buen ejemplo de la mezcla entre homofonía y pasajes imitativos lo encontramos en Il bianco e dolce cigno, de Jaques Arcadelt, obra que fue publicada en 1539 en el primer libro de madrigales del compositor franco-flamenco.

Si muero, no sentiré más dolor, con mil muertes diarias estaría contento.

El madrigal de mediados de siglo

A mediados del siglo XVI, la mayoría de los madrigales estaban compuestos para cinco voces con frecuentes cambios de textura. El compositor más destacado fue el franco-flamenco Cipriano de Rore, alumno de Adrian Willaert (fundado de la escuela veneciana). En el siguiente pasaje de De la belle contrade d’oriente, una mujer expresa su dolor por la partida de su amado, su fuerte respiración se representa con las diversas entradas de la frase «T’en vai, haime, sola mi lasci addio». Pero lo más interesante se encuentra en cómo Rore refuerza estas emociones mediante el uso de cromatismos y disonancias, algo que rompía con las expectativas de los escuchas contemporáneos.

Te vas, ay, me dejas aquí sola. ¡Adiós!

Habría que hacer una acotación: si bien para Rore el uso de cromatismo es un recurso más en favor de la expresividad, para otros de sus coetáneos el cromatismo remite a la música de la antigua Grecia. El compositor y teórico Nicola Vicentino propuso recuperar los modos griegos cromático y enarmónico en su tratado L’antica musica ridotta alla moderna prattica, de 1555. Sea como fuere, se agradece que haya propugnado el uso de recursos diferentes a los de la tradición para las prácticas musicales modernas. A finales del siglo, el uso del cromatismo dejaría de ser extraño.

El madrigal tardío

Hubo importantes madrigalistas del norte de Europa a finales del siglo XVI, entre ellos encontramos a Orlando di Lasso, Philippe de Monte y Giaches de Wert; pero los principales madrigalistas seguían siendo italianos nativos, entre ellos, Luca Marezio (1553-1599). Una de sus obras más célebres es Solo e pensoso, basada en un soneto de Petrarca. Ya desde el primer compás encontramos imágenes musicales altamente expresivas: en la voz superior, un lento cromatismo ascendente y luego descendente en un ámbito de más de una octava inicia la obra representando una lenta, pensativa y solitaria caminata sobre los campos más desiertos.

Solo y pensativo, por los más desiertos campos…

Más adelante, la palabra “escape” es representada con melismas, figuras rítmicas rápidas y con textura imitativa.

No encuentro otra defensa que me proteja [que se me escape]…

Estas imágenes musicales que evocan el texto casi literalmente son llamadas, hasta el día de hoy, madrigalismos: un madrigalismo es, pues, la aplicación de recursos musicales para representar palabras individuales.

Entre otros compositores destacados de la última generación de madrigalistas encontramos a Carlo Gesualdo, quien asesinó a su esposa y al amante luego de encontrarlos en la cama; y a un joven Claudio Monteverdi, quien sería el compositor más influyente del Barroco temprano (1600-1650).

El legado del madrigal

Se ha dicho que el madrigal fue un género secular, aristocrático, experimental, idealmente vocal, que fue pensado como un pasatiempo —al menos en sus inicios— y que involucraba canto social. A ello debemos añadir que, posteriormente, aparecieron madrigales interpretativos para conciertos privados y para obras de teatro. El ideal de la convergencia entre el texto y el hecho musical —a saber, armonía, melodía, textura, métrica y ritmo que reflejen imágenes poéticas— se mantuvo y posteriormente encontró su mayor eco en la ópera. Estas técnicas desarrolladas con los madrigales, el énfasis en hacer coincidir los aspectos más profundos de un texto con la música, son uno de los mejores ejemplos del impacto del humanismo renacentista en las artes musicales.

Referencias

Burkholder, J. Peter; Grout, Donald Jay; Palisca, Claude V. (2014). “Music and the Renaissance”, “Madrigal and Secular Song in the Sixtennth Century”. En A History of Western Music. W. W. Norton & Norton Company, pp. 144-164; 241-263.

Taruskin, Richard. (s.f.). “Chapter 17 Commercial and Literary Music”. En The Oxford History of Western Music, Volume 1: The Earliest Notations to the Sixtennth Century. Oxford University Press. Recuperado el 19 de abril de 2018 de http://www.oxfordwesternmusic.com/view/Volume1/actrade-9780195384819-div1-017007.xml

Anexo de partituras

Arcadelt, Jacob. (1539). “Il bianco e dolce cigno”. En Il Primo Libro de Madrigali a 4 voci. Les Éditions Outremontaises, 2005.

De Rore, Cipriano. (1556). “De la belle contrade d’oriente”. En Il quinto libro di madrigali à 5 voci. Arreglo de Allen Garvin, 2013.

Marenzio, Luca. (1599). “Solo e pensoso”. En Il nono libro de madrigali à 5 voci. Angelo Gadarno Press. Arreglo de Allen Garvin, 2022.

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