A contrapelo de un contrapunto autoritario
Cuestión de formas gubernamentales, simple cuestión de frases […]. ¿Quién preferiría la presidencia constitucional de un Nerón a la autocracia de un Marco Aurelio?
Manuel González Prada, El deber anárquico (1940 [s.f.])
I
Un contrapunto autoritario ha padecido recientemente la (anti)política peruana: de un fallido autogolpe, ya sea por desesperación o por improvisación, ya sea por ambos motivos; lo que desde el Congreso fue alguna vez un golpe en potencia —uno blando—, a modo de contragolpe, es hoy esa potencia en acto. Castillo, tan autoritario como cualquier padre de familia “tradicional” de un país que a vista de “ciertos otros” es conservador en lo social, nunca tuvo la oportunidad de encabezar un régimen dictatorial aun si lo hubiera deseado.
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El autogolpe fallido de Pedro Castillo dejó el plato servido al Congreso de la República, y en las poco menos de dos horas que duró la no-dictadura más corta de nuestra historia, el aroma a poder atrajo como moscas a los parlamentarios (y cuales moscas, sobábanse las patas). He aquí el contragolpe: luego de la destitución legal del ahora expresidente, la sucesión constitucional resultó en un gobierno mucho más autoritario, criminalmente represor. Así pues, pese a que nuestro sistema de gobierno es formalmente presidencialista, se ha fortalecido el ya conocido “parlamentarismo de facto”.
II
¿Por qué se protesta? Quiero decir, ¿por qué protestan quienes salieron primero a las calles?, o mejor, ¿por qué protestan quienes están siendo reprimidos, o explícitamente, perseguidos, heridos y asesinados en nombre de la paz?
¿Es que se marcha en contra de una presidenta percibida como usurpadora? Quizás sí, en parte. ¿Es que se marcha en contra de un Congreso percibido —y, de hecho— apático y autoritario? Quizás sí, en parte. ¿Es que se marcha en defensa de un presidente tan mediocre como los anteriores pero que había sido elegido democráticamente? Quizás sí, en parte en defensa de “Castillo-símbolo” (Agüero, 2022), símbolo no sólo de una identidad que escuda a diversos sectores de la población históricamente tratados con desprecio; sino, además, símbolo de un consenso que, bien que mal, bajo una “democracia por defecto”, demostró que algo democrático todavía era. Bien, quizás los no del todo eternos poderes de facto poseían los medios de comunicación, el poder legislativo, el poder económico, etcétera: pero el despreciado, consciente de su situación, mediante el sufragio logró, al menos, un espacio de representación.
Un relativamente reconocido politólogo, Carlos Meléndez, tuiteó: «Dos tipos de intelectuales públicos: el que describe la indignación y el que describe la realidad. El primero escribe manuales de autoayuda cívica; el segundo, ciencias sociales». Priman la indolencia, la denigración, la humillación. Como si los “sentires”, como si lo simbólico, como si las pasiones y los afectos no formasen parte de la realidad social. De irracional racionalismo, los dizque críticos de los “enemigos del pensamiento complejo” se arrogan el dominio de éste, mas, cegados por un moralismo simplista, si se piensan proveedores de luz es porque nunca han visto el sol. Mientras escribo estas líneas, son 25 los asesinados por las fuerzas del orden. Verdad, Agüero, es la política del desprecio. Deshumanizados —o “terruqueados”, como decimos no sé qué tan coloquialmente—, la vida de 25 asesinados pierde valor. Verdad, Mouffe, es la (anti)política de la demonización.
«Altar en homenaje a los peruanos asesinados en estos últimos días» [tuit]. Carolina Díaz Pimentel, 17 de diciembre de 2022. |
Un reconocido, esta vez, abogado, Alonso Gurmendi, tuiteó: «Algunos no ven en esto una reacción a siglos de hartazgo, sino apenas la acción de X violentistas organizados». De histórico apellido, Rodrigo Barrenechea, autor de Democracia por defecto, le responde: «Esta explicación es moralmente atractiva, pero empíricamente trivial […] porque explica algo aquí y ahora con algo que está en buena parte del continente desde hace 500 años». Y, empíricamente, está en lo cierto. No obstante, narrativas y (otros) afectos, como ya he mencionado, forman parte de la realidad social: son más que sólo una “brújula moral”. Si bien ese algo del “aquí y ahora”, “en” y “del” presente, puede parecer tener una explicación empíricamente autosuficiente; el proceso de contextualización que llena de sentido las protestas es, incluso materialmente, real. Se manifiesta en llantos, gritos y temores. Y, ocasionalmente, se somatiza.
III
Dice Agüero (Ideeleradio, 2022) que cuando los “nadies” ejercen el voto, se les trata como inaptos para votar; cuando gobiernan, como incapaces de gobernar; cuando protestan, como indignos de protestar: son, de alguna manera, ciudadanos mutilados.
Entonces, ¿cómo llegamos a nuestro presente? Rodríguez (2022) lo resume en «la terrible y larga historia de que aquí hay peruanos que valen más que otros». Si la crisis se dio por ausencia de políticos, si antes lo fue por ausencia de partidos; si la crisis se dio por la imposición de una antipolítica tecnocrática, si de origen lo fue por un antipolítico populista; si en el origen nos encontramos con la herida de la servidumbre, y si antes, tal vez, nunca se constituyó una nación… Los tiempos se condensan, y aunque «La verdadera imagen del pasado se escabulle. […] “La verdad no se nos escapará”» (Benjamin, 2011, p. 21).
Cadáveres de los Gutiérrez, atribuida a Vilroy Richardson, 1872 (Archivo Cisneros-Sánchez, Lima). |
Si todo conocimiento histórico acontece a partir del Ahora en relación dialéctica con lo que Ha Sido (Didi-Huberman, 2015, p. 18), ¿cuál es el Ahora que hará legible y, eventualmente, cognoscible al pasado? Y si la verdadera «imagen irrecuperable del pasado amenaza con desaparecer con cada presente que no se reconozca aludido en ella» (Benjamin, 2011, p. 21), ¿cómo articular históricamente lo pasado? Apoderándonos «de un recuerdo tal como este relumbra en un instante de peligro» (2008, p. 40). Se trata, pues, de la “imagen dialéctica”, el “punto crítico”, el “síntoma” de un estado de nuestra experiencia presente del que emerge un momento de memoria y legibilidad (Didi-Huberman, 2015, p. 20). Utopía y redención: situados en el presente hemos de «Encender en el pasado la chispa de la esperanza» (Benjamin, 2008, p. 40), una esperanza que supera la mera espera, una esperanza activa. Pero, ¿cómo?
«Es un procedimiento de empatía» (2008, p. 41).
Sin embargo, podemos empatizar con el vencedor, con aquel que «avanza por encima de quienes hoy yacen en el suelo» (2008, p. 42). Ni siquiera los muertos, asegura Benjamin, «estarán a salvo del enemigo si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer» (p. 40). Luego, si «La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. […] Promover el verdadero estado de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra» (p. 43). Verdad, Barrenechea, los políticos escasean. De aparecer, nada asegura que éstos sean de aquellos que encarnan ideas o canalizan demandas a ser materializadas por las instituciones, o institucionalizadas —si acaso a un político que ni encarna ideas ni canaliza demandas debería llamársele político—; nada nos asegura políticos capaces de articular, definitivamente no la totalidad, pero a varios y diversos sectores de la población.
IV
A mi juicio —y no sólo mío— una crisis política merece soluciones políticas: al político de carrera en particular, y a todo actor político en general, exíjaseles actuar políticamente, esto es, establecer una cadena de equivalencias que haga posible dicha articulación. Ahora bien, no pretendo pecar de ingenuo, sé que lo complejo del asunto es que esta crisis trasciende lo propiamente político: es una crisis social, pero podemos dar un primer paso. Restan así algunas preguntas: ¿cómo actuar para establecer esa cadena de equivalencias y, en consecuencia, hacernos cargo de nuestra cuota de responsabilidad? No propongo una fatalidad, sólo una opción entre otras posibles que al tímido cantante amateur, inseguro de su imponente voz, impulse ese primer paso que le lleve al escenario a cantar una canción que, por cierto, «ya fue escrita hace tiempo atrás, [pero que] es necesario cantar de nuevo una vez más» (García, 1982, 2:26-2:44). Finalmente, a cómo actuar —o qué hacer—, sin pretensiones maximalistas, respondo con reserva: cepillando la historia a contrapelo (Benjamin, 2008, p. 43).
Víctor Raúl Haya de la Torre preside la Asamblea Constituyente (1978). |
Referencias
Agüero, José Carlos. (13 de diciembre de 2022). “Desprecio”. Noticias SER.PE.
Barrenechea, Rodrigo. (11 de diciembre de 2022). “Democracia por defecto”. El Comercio.
Benjamin, Walter. (2008). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Itaca-Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Benjamin, Walter. (2011). “[Tesis] Sobre el concepto de historia”. En: Sánchez Sanz, José y Piedras Monroy, Pedro. “A propósito de Walter Benjamin: nueva traducción y guía de lectura de las “Tesis de filosofía de la historia””. “Duererías. Analecta Philosophiae”, Revista de Filosofía, 2ª época, nº 2, 1-32.
Biblioteca Nacional de Colombia. (1 de marzo de 2017). Chantal Mouffe - El futuro de la democracia en la era de la postpolítica [Archivo de vídeo]. YouTube.
Didi-Huberman, Georges. (2015). “I Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad”. En: Remontajes del tiempo padecido: el ojo de la historia, 2. Biblos-Universidad del Cine, pp. 13-67.
García, Charly. (1982). “Inconsciente Colectivo” [Canción]. En: Pubis Angelical / Yendo De La Cama Al Living. Universal Music Argentina.
Ideeleradio. (15 de diciembre de 2022). José Carlos Agüero y Derik Latorre en No Hay Derecho con Glatzer Tuesta [Archivo de vídeo]. YouTube.
Rodríguez, Gustavo. (17 de diciembre de 2022). “Historia de cómo llegamos hasta aquí”. Jugo de Caigua.
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