Radio y la comunidad imaginada estadounidense

Introducción

El presente artículo es un breve resumen que recoge las ideas más importantes del capítulo “Radio and the Imagined Community”, escrito por Michele Hilmes¹, que forma parte de la cuarta sección de The Sound Studies Reader, editado por Jonathan Sterne y publicado en 2012 por Routledge, dedicada a colectividades y couplings (acoplamientos). Por su parte, Michele Hilmes, nacida en Estados Unidos en 1953, fue profesora en la Universidad de Wisconsin-Madison e investigadora del área de Media and Cultural Studies del Departamento de Artes de la Comunicación.

“Radio and the Imagined Community” aborda los primeros años de la radio —es decir, durante la década de 1920— en el contexto étnico y racial de los Estados Unidos. A lo largo del texto, Hilmes desarrolla cómo la radio, más allá de sólo ser una nueva tecnología, hizo posible nuevas formas de construcción identitaria. Cabe señalar que dicho análisis sobre el poder de la radio para construir identidades hace foco no en la construcción identitaria individual, sino en la construcción identitaria colectiva, en específico, aquella que corresponde a la identidad nacional. Según la autora, la radio, voz que alcanzó todos los rincones de los Estados Unidos, creó un conjunto de representaciones que ensayaron, construyeron, reafirmaron o enfrentaron ciertos valores y normas culturales colectivos.

Comunidades imaginadas

Previamente, es menester definir el concepto del que Hilmes hace uso, a saber, “comunidad imaginada”, desarrollado por uno de los principales teóricos del nacionalismo, Benedict Anderson. Para Anderson las naciones son construcciones sociales y culturales carentes de criterios objetivos que lleven a su conformación: las naciones son comunidades políticas imaginadas como inherentemente soberanas y limitadas (Anderson, 1993, p. 23). Son, además, artefactos culturales de una clase particular los cuales generan en los sujetos y en las comunidades un vínculo afectivo con la nación (1993, p. 21): hemos de conocer héroes nacionales quienes, nos dijeron, estaban dispuestos a morir por amor a su patria.

Ahora bien, cabe preguntarse cuáles fueron los factores que contribuyeron a la constitución de las naciones. Uno entre varios, aquel de mayor importancia, fue el capitalismo impreso, esto es las novelas y los periódicos, pues proveyeron los medios técnicos necesarios para la representación de la nación. Así, los medios técnicos de comunicación, las narrativas centrales, las representaciones, el olvido estratégico, permitieron unificar las naciones (Hilmes, 2012, p. 352). Posterior al capitalismo impreso —superpuesto, no en su reemplazo—, la radio dio el siguiente paso: más que la imprenta puso en evidencia la diversidad étnica, lingüística y cultural, así como facilitó la circulación de determinadas narrativas y representaciones (ibid.).

Radio y la comunidad imaginada estadounidense

Radio y estructura social

Desde el origen de la radio encontramos presente la expectativa de unificar, conectar y comunicar a la nación: según Hilmes (2012, p. 353), la voz de la radio dio forma a la comunidad imaginada estadounidense del siglo XX, pero esta no habló unívocamente. Asuntos como quién dice qué para qué público, o el ingreso de lo público a los espacios privados, se tomaron siempre en consideración, pues reflejaban las tensiones de una sociedad diversa y dividida (ibid.).

Esta aparente disminución de la distancia física sumado al borramiento de los límites entre la esfera pública y la esfera privada representó tanto un problema como una promesa. Al comienzo, las radios locales preservaron y atacaron ciertas formas de separación social; por ejemplo, una niña blanca que no podía asistir a clubes de jazz podía escuchar de este tipo de música desde la radio: para una familia blanca conservadora del ámbito rural en el contexto étnico de los Estados Unidos en la década de 1920, resultábale amargo que su hija escuche “música negra” y, en consecuencia, “música degenerada”; empero, la radio permitía mantener a la niña físicamente lejos de la comunidad negra.

King and Carter Jazzing Orchestra, Houston, Texas, 1921. Robert Runyon Photograph Collection.

Posteriormente, con la creación de una red nacional de radiodifusión centralizada, esta misma niña estaría a salvo de aquel “degenerado jazz local” ya que el control de contenidos que ejerce la radio nacional sería, para los padres, garante de contenido selecto. En otras palabras, la radio importa influencias externas y exóticas, así como reduce el peligro representado por el mundo exterior (2012, p. 355). La radio, es, paradójicamente, una promesa y una amenaza. A ello cabe añadir, si la radio nacional se encarga de promover aquel contenido “digno” de aceptación cultural, entonces es también un medio de legitimación y ascenso sociocultural (p. 356).

Radio y comercio

Por otra parte, Hilmes (2012, p. 356) afirma que desde siempre el comercio contribuyó a la formación de la experiencia de escucha. Más allá de que para este caso encontramos de fondo el objetivo comercial en sí mismo, de alguna manera también refleja las disputas culturales: un pequeño comerciante tenía más razones para satisfacer las necesidades de su público —con quienes la relación era, además, más directa— que las grandes empresas, cuya función consistía más bien en imponer lo institucionalmente correcto. De este modo, el pequeño comerciante tendía a apelar a la cultura popular o a la “baja cultura” para atraer consumidores; en cambio, las grandes empresas más bien apelaban a la cultura oficial o a la “alta cultura”, pues debían mantener cierta imagen. En ambos casos se hace uso de diferentes formas de construcción de identidades colectivas a través de determinadas representaciones.

Radio y unidad lingüística

Entre las diversas representaciones de lo oficialmente correcto, se promovió una “forma apropiada” de hablar inglés. El inglés estándar de los locutores fue una de las maneras de unificar a la nación, aunque en detrimento de la diversidad lingüística del vasto territorio estadounidense (Hilmes, 2012, p. 357). Este inglés estandarizado no consistía sólo en uno gramaticalmente correcto, sino además “no acentuado”. Se podría decir que esta forma de hablar ya se encontraba en uso en algunos espacios institucionales como las universidades o las élites, sin embargo, es cierto que el inglés de las élites del sur no era necesariamente igual al de las del norte: por consiguiente, sólo una de estas maneras de hablar era la que prevalecía, asimismo devino en uno de los requisitos de legitimación de las (nuevas) clases medias, principalmente las conformadas por inmigrantes (ibid.).

No obstante, se mantuvieron espacios de lucha contra el dialecto oficial. Pongamos un ejemplo cercano a nuestra contemporaneidad: ¿por qué esperaríamos que un youtuber o creador de contenido de humor haga uso de un lenguaje formal y recatado?, ¿no rompe esto con nuestras expectativas como oyentes o dificulta nuestra identificación con aquel personaje? ¿Qué nos dice que esto no fue así con la radio? El modo preferido por los radioescuchas fue el lenguaje informal, por lo que la “utópica” imposición de un inglés apropiado perdió la batalla (2012, p. 357). El siguiente audio pertenece al exitoso programa de radio Amos 'n' Andy, el cual ejemplifica la victoria del lenguaje informal.

Radio y la trascendencia de lo visual

La radio poseía la habilidad de trascender lo visual: adultos interpretaban niños, blancos interpretaban negros, y en menor medida al revés; los varones entraron al hogar de carácter privado y femenino, mientras las mujeres accedieron y participaron en la masculina esfera pública. Y aunque si bien es cierto que había espacios desde donde se atacaban las jerarquías sociales, al mismo tiempo la radio reforzaba la distinción social. Las representaciones de etnicidad, de racialidad y de género, entre otras, se manifestaban a través del dialecto y el contexto (Hilmes, 2012, p. 359); es decir, si un actor de voz blanco interpretaba a un personaje negro, ¿cómo sabíamos que el personaje interpretado era negro? El ejemplo anteriormente elegido, es decir, Amos 'n' Andy, no es inocente: si el radioescucha podía imaginar la apariencia de un personaje, era por los estereotipos reforzados en la transmisión. Y pese a ello, es decir, pese al reforzamiento de las diferencias sociales, se estaban incorporando personajes “otros”, de alguna manera se estaba incorporando al “otro”, en los programas de radio.

Amos 'n' Andy en Check and Double Check (película), anuncio en el periódico, 1930. Recuperado del blog Tralfaz.

Conclusiones

Frente a la radio hubo siempre dos grupos diferentes: aquel que mantenía una mirada utópica, conformado por quienes veían en la radio un medio de comunicación, conexión, unificación y democratización de la cultura; y, por el contrario, aquel que mantenía una mirada distópica, conformado por quienes veían en la radio la difusión de lo popular, las “malas costumbres”, la “baja cultura”, lo degenerado. Independientemente de las opiniones de estos grupos, y tomando en cuenta cada una de las disputas aquí expuestas, ¿podemos concluir que la radio logró unificar a la nación?, ¿podemos concluir que la radio logró consolidar a la comunidad imaginada de los Estados Unidos? De acuerdo con Hilmes (2012, p. 360), lo cierto es que estos primeros años son, en realidad, el antecedente constitutivo de una segunda etapa, a saber, la institucionalización de un sistema unificado de radiodifusión nacional: fue debido a los recursos técnicos, económicos y culturales de la NBC y la CBS que en esta etapa posterior se logró consolidar la comunidad imaginada como Anderson la ideó. «Físicamente, culturalmente, en un lenguaje común y mediante instituciones semipúblicas, la radio “habló” sobre, y a, una nación»² (ibid.).

Notas

¹ En la publicación, Michele está escrito con “ll” (Michelle), sin embargo, según sus redes oficiales, se escribe con una sola “l”.

² Traducción propia.

Referencias

Anderson, Benedict. (1993). “I. Introducción”, “II. Las raíces culturales”, “III. El origen de la conciencia nacional”. En Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica, pp. 17-76.

Hilmes, Michelle. (2012). “Radio and the Imagined Community”. En Sterne, Jonathan (ed.). The Sound Studies Reader. Routledge, pp. 351-362.

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